jueves, 18 de diciembre de 2008

Viñetas...

Por última vez
I


Cuando te conocí me di cuenta que tenías la luna nadando en la sonrisa, por eso se me antojó comerte la boca a besos hasta indigestarme de estrellas y de luz.


Yo deseaba beberme de golpe tu alma, visible a través de tus ojos, esos que me miraban como algo fantástico e inexistente, incrédulos, mansos, deseosos; esperanzados en mi corazón.
No podía haber sido distinto; todo en ti me aseguraba que “eras”, que “eres”, que quise que fueras, siempre.
Al principio solía caminar despacio por las líneas de tu vida, pero terminé esclavizando mis ojos a los tuyos y mírame, eternamente mirándote.
Ahora sé que fuiste lo mejor que vi en el mundo. Por eso hoy, agradezco que me mirases todos los días, como ese primer día, cuando me di cuenta que tenías la luna instalada en la sonrisa…
Por eso hoy, cuando se apaga la luna y se apaga la vida, mi última mirada enamorada es para ti.


El Edén
II


De todas las versiones que han circulado sobre la mítica manzana, me quedo con una, la que descubrí en la azotea del Edén, una simbólica noche sin estrellas ni luna.

No había dos, sino muchos. Tampoco hubo pecado, ni tentación. Pero apareció una singular y contradictoria
manzana.
Morderla era una placentera invitación a volar, como lo hace la pluma de un ave al viento, una sabia hoja de otoño, un cohete veloz y ruidoso; como el ángel sin alas, que termina cayendo.
Morderla era también arriesgarse a sufrir, metafóricamente, el castigo impuesto a los primeros, expulsados del paraíso por probar un fruto que poco tenía que ver con el sexo, pero que, en cambio, les estrenó la razón y la lógica, facultándolos inesperadamente para cuestionar al incuestionable.
Ya su osadía era por sí misma una condena. Y es que una vez abiertos los ojos, nada se vuelve a ver igual. Muchas verdades caen y son suplantadas por nuevos principios, a veces mejores, a veces desoladores.
Por eso, despejados los ojos y el alma, la manzana me supo a despedida.
Seguramente otra noche y no esa noche, su sabor habría sido el de la sorpresa, el del reto, el del juego, el de la complicidad, el de la sensual travesura.
Pero así, sin luna ni estrellas, nada sabía igual. Nada sabrá igual.
De la serie "El de Hoy..."
Abril 2004

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