lunes, 9 de abril de 2007

La fuga...



He resucitado de la luz y de la sombra, entre el día y la noche en que renació el único Dios.


Llevo en los bolsillos del alma,
unos gramos de esperanza y desencanto.


Ando con la mirada siempre nueva, los ojos ya viejos.

En la cabeza tengo un millar de hilos obscuros menos, pero el latido del corazón que llevo dentro, equivale a la fuerza de todos los potros del reino de los cielos.

Mis pies han andado lo suficiente para añorar las alas que me guardó el amor.

Mas no me arrepiento.

Es sólo que mi espíritu sediento,
atormentado por el hambre
de quien retornó a las cavernas de sí mismo,
me exige despegar nuevamente rumbo a la luna y comerse al sol.


Narrar.

Que salgan, que escapen de mí como flechas,
como balas, como besos y flores...
que avancen cual ejército indomable o dócil parvada,
que fluyan como caudales infinitos.


Que abran luz y sean sombra.

Seduzcan. Guíen, atraigan, provoquen, esculpan, embrujen, penetren, tatúense, bailen, cuelense, incomoden, inquieten, abracen.

Vuelen...

Que yo he resucitado de la luz y de la sombra,
entre el día y la noche en que renació el único Dios...


Sólo por escribir.