martes, 23 de febrero de 2010

El Balcón Azul...














Hay una canción no dedicada;
insospechada y secreta melodía
que permanece intacta,
guardada en el bolsillo
para quien sepa pagar por ella
con la moneda correcta.

Hace tiempo
sus acordes se apoderaron de la noche,
y la luna se asomó de nuevo a la ventana,
seducida por la oscuridad de la habitación
que aguarda por su brillo,
enamorada por el sonido del blues
que extendía su aroma
por todas las calles de Cancún.

El lenguaje de los primeros acordes del sax,
se confundía con el humo
de un desvelado y persistente cigarro,
aboliendo el silencio de aquel espacio,
contaminado ya por el sutil
e hiriente romanticismo de Fitzgerald.

Esa voz, aliada del piano,
inspiraba a beber el rojo líquido de una botella que, oportunamente,
estaba ahí para saciar diversos placeres,
junto con varias imágenes
que danzaban en el archivo clausurado de la mente.

Varios recuerdos, nombres,
y luego uno solo...
y después ninguno,
sólo el cigarro, la luna,
el perfume de la noche y la herida del blues.

Había un poco de dolor en esa escena,
aunque la melancolía era muchísimo mayor.

Yo lo sabía bien
porque ese tipo de nostalgias
solían escurrirse
para buscar escape a través de las ventanas,
al encuentro con una calle
que las liberase para viajar por el aire.

Yo aprovechaba aquello
para robarme muchas historias
que huyen de casas y corazones
bajo el silencio de las noches.

Por eso en una ocasión particular,
una burbuja de sonidos e íntimas escenas
me explotó en las manos,
cuando caminaba bajo un específico balcón azul.

Me dejó como herencia
una canción aún no dedicada;
insospechada y secreta melodía
que permanece intacta,
guardada en el bolsillo
hasta que alguien aprecie su valor.


De la serie "El de Hoy..."
16 de agosto de 2003

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