jueves, 4 de febrero de 2010

El mito de la caverna...

 














Caminamos a través de una caverna.
No sé la ruta.

Traigo sobre los ojos una venda de seda que lleva tu aroma impregnado.

Tus manos me sujetan con fuerza y dulzura mientras me indicas que avance.

Qué juego más peligroso.

Abandono mi destino al sonido de tu voz que me dicta dirección como una suerte de embrujo al que me resisto, pero ante el que sucumbo.

A minutos olvido que cruzo las tinieblas y el silencio, y a ojos cerrados siento que vuelo sobre el cielo con sólo adivinar tu sonrisa.

Mi docilidad se rompe de pronto cuando me invade un miedo intenso.

Es la incertidumbre de confiar a otro, el propio corazón.

Y me rebelo.

Es lo único que tengo, y hoy en día no es tesoro, sino utopía.

Con eso trafico, obtengo y pierdo.

Gano o muero, pago...

Pero nunca debo.

Muchos me han aconsejado que separe el corazón de...esto, y juro que no puedo.

Me canso un poco de andar a través del destino, así que después de escalar unos cuantos peldaños arriba, nos detenemos.

Conversamos un poco antes de que lleves a mi boca algo de alimento.

Me mojas los labios con tus frescas palabras
y luego me alimentas contigo.

Me doy cuenta de que la noche llega cuando bajas algunas estrellas para iluminar los cuentos que me lees o para alumbrar la ruta de los versos que me escribes sobre el cuerpo.

Esta noche pusiste debajo mio algo muy suave para evitarme raspones en la piel.

Luego bajaste a Venus para usarla de plumilla y con ella escribiste, pero también tocaste.

Un hueco sobre el techo de la caverna permitía el paso de algunos filos de luz,
y los sentí sobre la espalda desnuda y el rizado cabello.

Estabas detrás mio, con las piernas rodeando las mias.

Tomaste la plumilla
y la colocaste dentro de mi dedo;
me diste una guitarra y susurraste un lugar común:
“Toca con el corazón“.

Así que amé las cuerdas como a tus ojos,
mientras tú leías los versos rojos sobre mi espalda vulnerable y temblorosa.

Volvimos a amarnos sin jurarnos nada.

Ya habíamos aprendido que el rayo suele dividir las rocas más resistentes...

Pero también sabía fundirlas en una sola.

La filosofía sin duda llegaría al amanecer,
en tanto nosotros seguiríamos jugando mitológicas aventuras como esta,
hoy fue en mi casa, mañana en tu cuarto.

De la serie "El de Hoy..."
03 de marzo del 2003

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