viernes, 2 de enero de 2009

Estoy...

Un nuevo día se abre paso, como el sol y como las 365 lunas que son para mí.

Son los primeros rayos de la nueva vida y han venido a decirme, antes que a nadie, que no sólo en el horizonte amanece.

También se amanece en el corazón, invadido de oscuridad; se amanece más allá de las derrotas, del dolor y de las sombras; más allá de la impredecible opacidad.

Aquí, en el silencio, las primeras olas me confían que siempre hay oportunidad para volver a brillar.

En aquella línea horizontal admiro el futuro, me crece la esperanza. Vuelvo, en este mar de sales, soles y solos, a recuperar la fe.

No sé cómo sucede. Escucho voces sin haber enloquecido. Susurros que en la nuca me invitan y sacuden para no ceder.

Me cruza de lleno el 2008 que se ha ido.

Estampas llenas de risas y amigos, de lágrimas y soledad; de retos y temores, de rabia y asco. De sorpresas y certezas, de dudas y confusiones. De éxito y fatalidad.
De amores amalgamados en miel y acero que de pronto se convierten en amargas y simples cenizas. Irrecuperables.

Me vuelve el temblor del cuerpo. Se asoma entonces la espina del cacto y vuelvo a sangrar. Por un instante mis ojos se vuelven un lago y luego una enrojecida llama.

Separo la mirada del paisaje y me encierro lo suficiente como para encontrar dentro de toda mi turbulencia, un poco de calma.

Comprendo entonces que el océano nos trae centenas de lecciones, pero sólo debemos tomar las indicadas y soltar aquella basura que pueda llegar a amargarnos el corazón, a ensuciarnos el alma.

Finalmente el viento se lleva todo y el tiempo, luego de sanar, recubre el pasado con aquello que llamamos olvido.

Qué condena la de aquellos que son olvidados, que pasaron sin pasar. Que marcan sin dejar huella.

Entre las rocas y la arena pienso en los brazos que me han abrigado durante toda mi vida. Qué bendición.

En especial me concentro en aquellos que desde hace algunos meses me han abrazado en lo particular.

Su mano, su mesa para beber, su hombro para llorar. Su solidaridad para escuchar sin señalar. Su tinta para nutrir y acompañar. Sus ojos para reencontrarme, su palabra para reconocerme. Su inacabable confianza. Su inexplicable fe.

Están aquí y allá… en todos los lugares en donde mis pies han caminado. Se encuentran en donde mi alma se pudo estacionar a conversar, al menos alguna vez.

Estoy llorando. La marea me dice que ha valido la pena los tres clavos, las espinas, incluso la última estocada en el costado.

Si eso me regresa al amor que no se ha ido, al que siempre ha estado y estará… al que no muere, siempre valdrá la pena.

Esta vez me sonrío. En la boca tengo sólo gracias, para los que en bien y para los que en mal.

Son mi historia.

La estrella
me dice que estás.
2009… aquí estoy.

De la serie “Ensayos del silencio”
Enero 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ady, que chido que escribas de esa forma, este es el que para mi me gusta mas, por que alguna vez he sentido el dolor de estar vivo, Gracias por ser tan linda persona y sabes que TQ1CH.

Nunca dejes de hacer lo que mas te gusta y lo que te sale de poca madre... Erycka!!!