viernes, 28 de diciembre de 2007

Las cartas muertas...

Hay tanto que he querido contarte desde que nace el primer minuto del día, hasta que éste se mete a la cama a dormir, lleno de historias.

A veces quisiera que se inventara un aparato para que todo aquello que uno va pensando durante la diaria jornada, quedara registrado, listo para que uno lo editase después.


De ser así, habría tantos episodios que ya te habría contado.

Sabrías entonces que después de una década de añoranza y deseo, caminé con un trozo del alma por las empedradas calles de un pueblo mágico, el mítico Cuetzalan.

Que bebí en "El Calate" una serie de exquisitos licores naturales que luego llevé a casa, sin que me supieran jamás igual.

Que bajé a las cascadas que me narró el primer amor; que anduve bajo la lluvia y el frío, feliz.

Que en la ciudad de los metales gané un premio de papel y moneda, que no compensa, pero significa.

Que dentro de un confesionario alguien me reveló miedos y amores; que dejamos hablar a los libros todo aquello que nunca nos atrevimos a decir. Y que ahí donde no se miente, no pudimos mentir.

También te enterarías que tuve que enlistarme dentro de un ejército inapropiado para vulnerar al enemigo; que muchas veces he caído arrodillada a punto de ceder, pero rezo para que las batallas perdidas no me quiten la intención de pelear por ganar la guerra.

Que sigo de pie.

Que aún vivo permanentemente enamorada, con el amor intacto aquí y allá; con la misma intensidad, de cerca y a la distancia; que el dolor por el mundo ha desplazado a la urgencia por la poesía; que lloro conmovida ante el amor y los sueños rotos, y que mantengo mi refugio en la música, lenguaje que suple y rebasa a las palabras que doy por perdidas.

Que volvió a mi vida el vampiro, cuyo beso me marcó la ruta del corazón y los sentidos; que el ángel que me habla del otro lado del mar sigue siendo eterna llama; que tengo rota la esperanza y que la remiendo a escondidas de mí.

Que en la cabeza cada vez me nacen más rosas blancas, que el agujero de mi estómago crece al ritmo en que se destruye la capa de ozono y que el cansancio no se va, aunque duerma el día entero que nunca alcanzo a dormir.

Que impedir el derrumbe del mundo que amo, me ha costado ver caer las sólidas columnas de los afectos más profundos que alguna vez sembré, y que aunque sé que no hay jardines que subsistan sin agua y semillas, muchas de ellas sobreviven gracias al milagro del amor.

Que vino un hombre buscando perdones. Raíz/ bondad, sangre/cobarde/ luz, sonrisa/ dolor. Espejo que se fue con las vendas caídas, a lidiar con su vergüenza dentro de aquella vitrina que eligió al dejarme atrás.

Que tengo una perra dramática y tierna, que todos los días me sorprende con el cariño genuino que no se compra ni se cuestiona; que sólo está.

Esta noche que te lo cuento, qué simple parece el resumen de cartas escritas mentalmente, a bordo de un taxi, de una embarcación en alta mar, de un avión que cruza el cielo; de camino a las oficinas de gobierno, de calle a calle, dentro del elevador, en la intimidad de un sanitario e incluso, cuando el cuerpo duerme y la urgencia nos lleva a escribir en sueños.

Sólo así he podido escribirte. Mentalmente. Qué lástima que a falta de tiempo me haya dedicado a redactar y a coleccionar centenas de cartas muertas, que no nacen, que no llegan.

29 de julio/2007

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