domingo, 15 de abril de 2012

Con fecha de ayer...




Escribo con fecha de ayer, siendo hoy. Extraño. Estreno esta libreta con la relatoría de un suceso triste, doloroso, injusto. Eso me lo parece mientras algunos hilos de sal vuelven a escapárseme sin poder evitarlo.


Sabía que sucedería. Anticipadamente lo supe, lo vi venir. Estuve preparada para el adiós, para la ruptura que se repitió un par de veces fallidamente. Estuve preparada hasta ayer.


Un caudal de emociones encontradas, entre la alegría de escucharle valiente, con la claridad y decisión que requería su vida; escuchando que ha vuelto a escribir, que es firme su convicción de asirse a la felicidad y no al sufrimiento... De verdad que sonreí al escucharle eso.


Saber que va detrás de sus sueños; experimentar el alivio que implica su decisión de no depender mas de mí; conocer su disposición para soltar, para dejarme ir sin derrumbarse, fue un descanso y una alegría que, al mismo tiempo me produjeron una extraña y pronosticada sensación de tristeza.


Finalmente, aquello implicaba también que esa persona que me amó incondicionalmente y hasta la médula, con un amor que no conoceré jamás, ya no es, ni quiere estar.


Lo celebro, pero también lo lamento.


Tenía que pasar y creo que lo mínimo que le debía era eso... El orgullo de la retirada; el orgullo de colocar el punto final y la estaca; la dignidad recobrada. 


Eso y mas le debía yo y comencé a pagarlo con fecha de ayer, lo sé. Es lo justo.


Después de todo, no se puede ir por la vida así, sin pagar las consecuencias de eso que una hace, para bien o para mal. 


Decir que fue sin dolo no borrará las noches de inacabable amargura que le provoqué, aun cuando de su amor, sólo obtuve miel dulce, lealtad a prueba.


Éramos, fuimos... Eso que le pedimos a Dios, lo que anhelamos encontrar en el mundo, lo que soñamos muchas noches de soledad. Él nos lo concedió.


Mas eso no fue garantía para que resultara. Y no funcionó. Asumo, la mayor parte de la responsabilidad... Creo que pedí mucho y no estuve a la altura. 


No me culpo, lo intenté, me di la oportunidad, hice lo que pude, lo que las fuerzas me permitieron. Que fue menos de lo que merecía? Sí, definitivamente sí.


Lo merecía todo y más. Pero así como el universo conspira para que dos se encuentren y sincronicen, también lo hacen para que dos que se aman y que intentan, haga corto circuito. La realidad nos alcanzó, supongo.


En la tarea de sanar esta historia, tendré que perdonarme muchas cosas, más de las debidas, más de las que quisiera. Le quedo a deber... Un montón de cosas: Sueños rotos, lágrimas, dolor, soledad y otra, que no me atrevo ni a pronunciar, mucho menos a escribir, porque es la más lamentable.


No fue con dolo, no, jamás... Pero no basta decirlo. El daño fue mayor.


Curioso que, a una semana de que aquella mujer de Catemaco me confirmara lo que sé, sobreviniera el final.


Acaso es justicia. Acaso tendré que aprender a vivir con esa astilla en el alma. Acaso tendré que aprender a superar diariamente el haber perdido al amor más bonito y puro que Dios me regaló, por ciega, por tonta, por humana. No sé.


Mi única certeza es que diariamente me dolerá lo que escribo hoy con fecha  de ayer.


De la serie “Ensayos del Silencio”
05 de abril/ 2012

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una de las lecciones que he aprendido es que el amor nunca duele, nunca.