Mis pantalones nuevos hacen ver a mis zapatos, más viejos.
Una solución, he pensado,
podría ser que mi guardarropa
fuera todo viejo o todo nuevo;
así no habría ambiguedad, ni disputa.
El problema radica en que
los objetos nuevos me gustan tanto,
que conservarlos conmigo hasta que envejecen,
es una extravagante muestra de amor y gratitud.
Me cuesta soltarlos.
Puede probarlo la chamarra azul,
el legendario y desgastado chaleco gris,
la pluma con la que escribo, las libretas que guardo,
los zapatos que hoy calzo...
Los recuerdos que mantengo.
Y por supuesto,
mi añejo amor por ti.
De la serie "Ensayos del Silencio"
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