domingo, 17 de mayo de 2009

De luto...


Te dejo frente al mar,
descifrándote sola.
Sin mi pregunta a ciegas,
sin mi respuesta rota.



Antes de que acabe el día,
sé que será una larga noche.

Me iré de la oficina
con las manos dentro de los bolsillos
y los ojos enrojecidos,
con la tristeza atorada en la garganta.

Tú también te me fuiste;
te has diluido
como todo lo que se ha diluido en mi vida.

Tú, vocero de mi corazón coraza,
fulano que me enseñó a decir te quiero;
cómplice que me mostró la táctica y estrategia
para amar a una mujer desnuda y en lo obscuro.

Tú, que supiste tintar mis utopías
y me inspiraste a "no congelarme el júbilo,
a no querer con desgana".
A evitar que los párpados cayeran,
pesados como juicios.
A no salvarme.

Qué mal me ha sentado, por Dios,
que sólo te me quedes en las venas,
en los besos que di entregando el alma.
En la punta de los dedos,
en el sabor de las caricias;
en las hojas que tejen la historia de mis pasos...
En el vagón de un tren en donde dos,
ya no viajamos.

Qué falta me harás, Mario,
para llorar en complicidad
los amores que ya no son.
Para llorar por aquella que ya no soy.

Te vas sin saber que fuiste
fusil para pelear batallas...
ésas por las que vale la pena morir.
Te marchas ignorando
que juntos fuimos a recitarle
a un balcón que nunca existió;
sin enterarte que te usé
para explicarle mejor,
que vale la pena intentar el amor.

Traidor. Huyes cuando este mundo miserable
se envilece un poco más después de tu ausencia.
Te vas cuando decidí esconderme de tus versos,
y me haces volver a ellos
sabiendo que me abres de nuevo todas las heridas.

Te vas sabio y piadoso,
viejo genial y tramposo,
con la certeza de que en uno de tus tantos versos
me reencontraré.

De la serie "Ensayos del Silencio"
17 de mayo/ 2009

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