viernes, 29 de mayo de 2009

Llorar en carretera...



Llorar en carretera;
a 120 kilómetros por hora,
quizá a 140.



Fijar la mirada al frente,
en la línea inalcanzable llamada horizonte;
en el borde llamado tú.

Llorar a galope,
llorar a velocidad
y sin posibilidad de meter freno;
llorar pese a la curva, a la noche.

Pensar nada y diluirse en sales;
avanzar de Tulum a Cancún
con la esperanza hecha agua.

Llorar sobre las almohadas,
en las calles, en la oficina,
abordo de un taxi;
volando en un avión que reza por caerse.

Llorar en tu ciudad...
en la mia;
en ésta que a veces nos es ajena.

Llorar a la hora de la comida
y en la cena;
hambrienta...

Llorar en el mar,
en la espesura de la selva,
en el asfalto;
al norte, al sur,
llorarte en otras tierras.

Llorar sola.

En medio de la fiesta,
en la sala de un cine,
en el vagón del metro,
en el parque,
en una cafetería,
en el bar...

Llorar desnuda.
Frente a la libreta,
sobre la hoja,
con la pluma,
con el estómago.
Sin tinta.

Llorarte temblando,
con el puño estampado en la pared,
con el desgarro del alma,
delirando sin fiebre, loca.

Dolerse como animal,
herido, vulnerable.

Llorarte
con lágrimas que no hacen ruido.

Cómo he podido amarte
si desde el principio me has hecho llorar.

De la serie "Ensayos del Silencio"
01 de febrero/ 2009
Tulum, Quintana Roo

domingo, 17 de mayo de 2009

De luto...


Te dejo frente al mar,
descifrándote sola.
Sin mi pregunta a ciegas,
sin mi respuesta rota.



Antes de que acabe el día,
sé que será una larga noche.

Me iré de la oficina
con las manos dentro de los bolsillos
y los ojos enrojecidos,
con la tristeza atorada en la garganta.

Tú también te me fuiste;
te has diluido
como todo lo que se ha diluido en mi vida.

Tú, vocero de mi corazón coraza,
fulano que me enseñó a decir te quiero;
cómplice que me mostró la táctica y estrategia
para amar a una mujer desnuda y en lo obscuro.

Tú, que supiste tintar mis utopías
y me inspiraste a "no congelarme el júbilo,
a no querer con desgana".
A evitar que los párpados cayeran,
pesados como juicios.
A no salvarme.

Qué mal me ha sentado, por Dios,
que sólo te me quedes en las venas,
en los besos que di entregando el alma.
En la punta de los dedos,
en el sabor de las caricias;
en las hojas que tejen la historia de mis pasos...
En el vagón de un tren en donde dos,
ya no viajamos.

Qué falta me harás, Mario,
para llorar en complicidad
los amores que ya no son.
Para llorar por aquella que ya no soy.

Te vas sin saber que fuiste
fusil para pelear batallas...
ésas por las que vale la pena morir.
Te marchas ignorando
que juntos fuimos a recitarle
a un balcón que nunca existió;
sin enterarte que te usé
para explicarle mejor,
que vale la pena intentar el amor.

Traidor. Huyes cuando este mundo miserable
se envilece un poco más después de tu ausencia.
Te vas cuando decidí esconderme de tus versos,
y me haces volver a ellos
sabiendo que me abres de nuevo todas las heridas.

Te vas sabio y piadoso,
viejo genial y tramposo,
con la certeza de que en uno de tus tantos versos
me reencontraré.

De la serie "Ensayos del Silencio"
17 de mayo/ 2009